Estudió Derecho y durante muchos años ejerció el Derecho Parlamentario, fue decano durante
4 años y se dedicó a la literatura, transcurre su vivir meditando y
escribiendo, el tema de la educación aparece en aquellas páginas como tarea
esencial, que el hombre debe realizar a través de su propio vivir. Esta empapado
en lecturas clásicas, pero no las utiliza en ejercicios retóricos sino como
precioso material para estudiar la naturaleza humana, completándolo con la observación
directa, de la que fue maestro. El ensayo es un coloquio consigo mismo, es
descubrimiento del propio yo profundo.
No es el erudito
(Instruido en varias ciencias, artes y otras materias)
sino la humanidad del hombre, coherentemente hablando, lo que busca. Su anhelo
es formar un hombre para la vida: “No es una alma, no es un cuerpo el que
educamos, es un hombre”.
Describe
al hombre, en sus diferentes estados de ánimo en todas las alternativas de su
vida, en los múltiples aspectos de su personalidad. En sus ensayos pedagógicos,
lo atormenta pensar que aprendemos a vivir demasiado tarde, se anticipa a
Rousseau, a todo el vitalismo contemporáneo desde Goethe a Ortega y Gasset.
Su
pedagogía es liberal, quiere arrancar al hombre de las garras de los
encandilados humanistas y latinistas ciceronianos, con el arranca la pedagogía moderna en Francia.
Montaigne
subraya cómo el saber verdadero, ha de
agilizar el ingenio, por el ejercicio a que le mueve. En todo ese repudio al
saber, vertido desde fuera, que hincha y no hace crecer desde dentro, está
jugando su papel un nuevo concepto del saber y la cultura, innovador y originalísimo:
“no podemos ser sabios más que con nuestras exclusivas fuerzas”. El procedimiento de Montaigne es esencialmente
autobiográfico, lo que quiere es representarse en cuanto hombre para alcanzar así
el conocimiento de la naturaleza humana.
En
su faceta educativa, propone la entrada al saber por medio del ejemplo concreto
y de las experiencias, más que del conocimiento abstracto. Se rehúsa a ser él
mismo un maestro de pensamiento, ya que afirma en su filosofía que hay que
basarse en buscar una identidad. Este personaje se inclina por la educación
individual sobre la escolar colectiva; y confía a un solo preceptor la tarea
educativa. También explica que la
educación debe ser con una “una dulzura severa”, es decir, no hay que dar
castigos para que el niño no les tema, más bien hay que fatigarlos y educarlos
al frío.
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